OTATITLÁN es un bello y pintoresco pueblo ribereño, de la Cuenca del Papaloapan, ubicado en el hermoso estado de Veracruz, allá en las llanuras de Sotavento, en los límites con el estado de Oaxaca. Lo bañan las aguas del caudaloso Papaloapan, “río de las mariposas” su gente alegre, festiva y cordial, con la picardía del jarocho que sabe llorar sus tragedias y sabe festejar sus alegrías. Es tierra de hombres que le han cantado a la mujer amada, a la vida y que al son de la jarana y el requinto, hacen vibrar la tarima al ritmo de sus sones.
            Otatitlán, que en náhuatl significa “tierra de otates”, es también conocido como el “Santuario”, por el culto al “Cristo Negro”.
            En su majestuosa Parroquia milenaria, se venera la sagrada escultura del “Cristo Negro” o “Señor de Otatitlán” y para festejarlo se celebra una tradicional Feria el 3 de mayo de cada año, donde concurren miles de peregrinos a pagar las mandas y promesas hechas al Cristo. Esta feria se celebraba anteriormente el 14 de Septiembre, fecha de la llegada del Cristo a Otatitlán en 1597, pero como era época de lluvias y crecientes de los ríos, se dificultaba la llegada de los peregrinos a la celebración, motivo por el cual se cambió de fecha.
            Cuando se celebró el 400 aniversario de su arribo, en 1997, se realizó una representación de su llegada; el Cristo fue trasladado hasta Papaloapan, en los límites con el estado de Oaxaca a escasos 15 km. de distancia de Otatitlán, se depositó sobre una balsa sobre el río y se dejó que la corriente la arrastrara, como cuenta la leyenda que así llegó. Seguidos por una multitud de peregrinos, que en otras lanchas lo acompañan, hasta llegar al atracadero de Otatitlán, para de ahí ser trasladado en hombros a su parroquia. A partir de 1997 se ha seguido haciendo dicha representación, cada año.
            Esta sagrada escultura del “Señor de Otatitlán”, es uno de los 3 Cristos que el Rey Felipe II le ordenó al Duque de O’donojú, mandara esculpir la imagen representativa de cristo crucificado, en yeso y madera, para ser enviadas a la Nueva España, en su campaña evangelizadora.
           Otatitlán es un pequeño municipio veracruzano, dedicado a la agricultura y a la ganadería, en el se siembra: caña de azúcar, plátano macho, maíz, fríjol, chile, mango Manila, etc. tiene su actividad comercial y unas pequeñas empresas procesadoras de plátanos fritos, envasados en bolsas.
           Es famoso por su excelente gastronomía, su “machuco” de plátano macho verde, machacado con ajo y chile, frito en manteca, es delicioso y sus no menos sabrosos “tostones” o “as de oro en dos mantecas”, que es degustado por propios y extraños, además, sus exquisitos tamales de masa y de elote, que unido al “Pilte”(Tamal de pescado) lo han hecho famoso en el ámbito regional; su delicioso “caldo largo de robalo” y sus tortillas “pellizcadas” untadas con sal y manteca, acompañada de una deliciosa salsa de tomate con culantro cebolla y chilpaya, hacen saborear a chicos y grandes.
          También es famoso por sus postres: pastas de leche, coco, mamey, guayaba y mango y su no menos delicioso “beso del duque” que aunado a sus “buñuelos” y “hojuelas” rociadas generosamente con la tradicional “miel de trapiche”, son partes de las exquisitas manifestaciones del arte de la repostería de la que los Otatitecos nos sentimos orgullosos.
            Su expresión musical es representativa de la música de Sotavento y sus troveros hacen vibrar el arpa y el requinto característicos de la zona.
           En Rutilo Parroquín tuvimos a uno de los más grandes exponentes del folclor jarocho y los “Santuareños” nos sentimos orgullosos de su grandeza ya que a través de su música, puso muy en alto el nombre de Otatitlán, su presencia en diferentes foros nacionales, hizo trascender la música nuestra y tuvimos en él a uno de sus más preclaros exponentes.
            En el ámbito cultural a tenido a connotados maestros e intelectuales que han destacado en el medio, pero en Francisco Aguirre Beltrán (1898-1984) tuvimos a un autodidacta sobresaliente que logró una basta y amplia cultura, sin haber tenido una formación escolar tradicional, lo enviaron a estudiar la secundaria a la ciudad de Orizaba y estando en el segundo grado, la escuela fue cerrada a consecuencia del movimiento armado de la revolución.
          Al regresar a su terruño, la llama del saber se había encendido en él, convirtiéndose en un lector insaciable, que devoró libros y más libros; su inteligencia privilegiada hacía que todo lo que leía y estudiaba lo asimilara y pasara a ser parte de ese acervo cultural que lo caracterizó y que le fue reconocido ampliamente. La Secretaría de Salubridad le otorgo un permiso para ejercer como Medico.
            Estudió literatura, matemáticas, física, calculo integral y diferencial, historia universal, historia del arte, raíces griegas y latinas, física quántica y todas las materias de la ciencia médica, estudió francés, inglés e hizo traducciones de los clásicos y destacó como poeta, sus poesías fueron publicadas en la ciudad de México por la “Revista Hoy” y tres gobiernos estatales imprimieron sus obras, que han quedado para la posteridad.
            El gran versador Tlacotalpeño, Lic. Guillermo Cházaro en reconocimiento a su saber, le dedico este poema:

Francisco Aguirre Beltrán
Por el arte y por la ciencia,
Tu nombre con reverencia,
Unimos a Otatitlán.

Y los años me dirán
Que hice bien en admirarte
Como primate del arte
Junto a Beltrán Luchichí
Que paralelo a ti
Lo recuerdo al ensalzarte.

           Otatitlán tiene su mayor riqueza en la idiosincrasia de su gente, sincera dicharachera y festiva, que abre sus brazos a quienes lo visitan y saben expresar la amistad sin convencionalismos a los amigos de sus amigos.
           Donde convergen dos o más otatitecos, es motivo suficiente para recordar el pasado, las anécdotas de la infancia y los recuerdos del ayer; se disfruta el momento, la algarabía se desborda y aquello es una fiesta.
También sabemos estar unidos y ser solidarios en el dolor y sabemos festejar y deleitarnos con los recuerdos gratos, por que los recuerdos amargos, que los hay, los dejamos secar con los soles de mayo, para que hechos polvo, tirarlos a la corriente, para que el padre “río” los arrastre al mar y se pierdan en la inmensidad de sus aguas.

Francisco Javier Aguirre Beltrán.